Capítulo 1
El otoño hacía su entrada magistral y desbordante, lleno de
colores cálidos, hojas haciendo un vaivén continuo, intentando
llegar al suelo. La ciudad olía a carbón, todas las casas o la
mayoría de ellas tenían a las chimeneas fumando y expulsando el
humo por sus bocas. Todos tenían trabajo que hacer, había un
incesante movimiento de sacos de trigo, arroz, harina,etc caballos
que transportaban cargas pesadas o carruajes, niños intentando
imitar a sus mayores cogiendo cosas pequeñas.
El viento creaba un pequeño torbellino de hojas secas, pero luego
parecía arrepentirse de distraer a aquellos que trabajaban y paraba
en seco. El mercado como cada mañana estaba repleto frutas con
colores muy vivos, carne, comida; las mujeres iban observándolo todo
con ojo crítico y las doncellas apresuradas por llegar con la compra
a sus respectivos castillos, en otro lado había un hombre rechoncho
pregonando lo que tenía en su tienda y alardeando de la calidad de
esta y a su vez los precios tan bajos de sus productos.
Una niña iba mirando a todos con ojos cautelosos y desconfiando
de todo aquel que se cruzara en el perímetro de su visión. Con una
cesta mas grande que ella misma iba mirando las hortalizas, frutas,
carne, pescado, etc. A medida que pasaba el tiempo la cesta iba
llenándose y la niña tenía que ir casi arrastrándolo, era algo
muy complicado para alguien tan pequeño mover algo tan pesado, o al
menos eso pensaba la niña. Entonces, siente una presencia a sus
espaldas y empieza a caminar mas rápido, pero con la cesta eso era
tarea imposible; para cuando quería darse cuenta aquella sombra ya
la había cogido por los hombros y no tenía ninguna escapatoria.
-¿Dónde estabas? He estado buscándote por todos lados, no
vuelvas a hacer eso.
- Lo siento Alazne.- susurra arrepentida la niña.
-¿Haz hecho la compra tu sola?- murmura sorprendida- Muy bien,
vas aprendiendo, sin embargo eso es muy pesado para ti- dice cogiendo
la cesta y guiñando el ojo a la niña- gracias por ayudarme.
Ella asiente y se sonroja. Vuelven a casa de la mano y la niña
cantando, saludando a otros críos de la ciudad, mirando todo lo que
había a su alrededor. Alazne creía que la niña era un espécimen
raro al que había que proteger, pensaba que era diferente al resto
de niños, parecía que veía la crueldad del mundo mientras el resto
la obvia y sigue con su vida hasta que se ve atrapada por esta.
Caminaban derechos a su casa donde Alazne empezaría a preparar la
cena y mientras la pequeña iría a fisgonear en la tienda. Si,
Alazne era propietaria de una tienda repleta de libros; había
diferentes secciones para cada tipo de libro y cada libro era
distinto a su vez, cada uno ocultaba el alma del autor. Alazne amaba
los libros y la pequeña también estaba acogiendo ese amor en su
pequeño corazón. Un olor delicioso se colaba por la puerta, la cena
estaba a punto y ella tendría que ir preparando la mesa para poder
cenar juntas.
Alazne era su maestra, le enseño a leer y escribir, mas tarde los
libros le iban transmitiendo los conocimientos que estos poseían y
le enseñaban los diferentes mundos que había en los cuales nunca
había estado. Cada día era una aventura para la pequeña,
encontraba lugares nuevos en aquella ciudad y había un bosque
extraño al que todos tenían un respeto sobrecogedor y nadie sabía
el por que. Mucha gente decía que el bosque es inmune a la magia, no
podía ser modificada por esta y tampoco se podía utilizar la magia
dentro del bosque. Ella nunca había visto en acción la magia y
tenía mucha curiosidad, quería saber como funcionaba eso, siempre
tenía interés en conocer mas y mas. Caminar y pensar le encantaba,
se quedaba mirando al infinito como si allí hubiese algo maravilloso
y hermoso que le dejaría ver las entrañas de la verdad.
Hay un pequeño sendero guiado por piedras algo apartado de la
ciudad de Itá, el castillo del rey quedaba un tanto apartado de la
ciudad también, sin embargo abarcaba toda la ciudad. Mismamente la
ciudad de Itá era un lugar extraño que estaba rodeador por unas
rocas en forma de garras, como si estuviera la madre naturaleza
reclamando lo que es suyo. Era un lugar muy protegido gracias a eso,
estaba rodeado por un pequeño río que iba perdiendo fuerza; todo
parecía maquiavelico a ojos de extranjeros, para el mundo exterior
los ciudadanos de Itá eran los descendientes de los caídos, esos
ángeles que sucumbieron ante las tentaciones del diablo, para ellos
todos los habitantes tenían alas negras pero la realidad era otra.
El bosque parecía susurrar a medida que el viento soplaba. Algo
capta la atención de Iara y es una pequeña hoja que no hace mas que
flotar y nunca bajar, la niña se extraña e intenta cogerla pero se
le escapa y empieza a moverse la hoja. Ella maravillada ante aquel
suceso empieza a seguir a esa hoja escurridiza que por mucho que
intentase pillarla no podía, era como si estuviera jugando con ella,
como si tuviera pensamientos propios y leyera los de ella.
Iara se detiene y mira a su alrededor, estaba en el bosque, había
llegado allí sin darse cuenta; asombrada ante aquel extraño suceso
mira anonadada los árboles tan altos que allí se encontraban; busca
con la mirada la hoja y no la ve, escudriña mejor entre tanto verde
y por fin lo encuentra. Empieza de nuevo su persecución sin sentido
y esta vez corriendo por que la hoja parecía tener prisa, da un
salto y por fin lo coge, sin embargo el coste de aquello era caer de
bruces contra el suelo. Cierra los ojos en un intento desesperado de
no llorar y susurra para si “No pasa nada, no pasa nada”
calmándose a si misma.
Mira sus manos con una gran sonrisa al ver que aquello a lo que
tanto había perseguido estaba por fin en sus manos. Se da cuenta de
que había caído entre el hueco de una enorme raíz, se levanta y
sigue el camino de esta, el cual guiaba a un gigantesco árbol. Iara
no pensaba que fueran a sorprenderla dos veces, mira el árbol y
sigue con la mirada la altitud de esta, imposible de ver la copa del
árbol. Se dispone a explorar cuando escucha voces que van
acercándose mas y mas, las recomendaciones de Alazne en esos casos
es esconderse y eso fue lo que hizo Iara. Esas voces parecían estar
ya cerca y entonces fue cuando uno de ellos dijo con aire compungido:
-¿Crees que algún día volverá a despertar?
-Esperemos que si, si no volverá a funcionar el reloj.
Esas personas comienzan a regar el árbol y a medida que lo
regaban las rices parecían cobrar vida y agradecer aquel baño.
Parecía haber algo mas, era tan grande aquel árbol que su sombra
cubría una gran parte del bosque.
Iara estaba cada vez mas intrigada con respecto a ese árbol,
parecía tener una historia interesante y en sus libros jamás
encontró semejante información, tenía tantas preguntas y tanta
curiosidad que no soportaba la idea de no conocer la historia de ese
árbol milenario. Intentó deslizarse poco a poco a través de las
raíces del árbol para poder salir de allí e intentar descubrir
algo. Ella no quería que la descubrieran allí fisgoneando, pero en
realidad ella estaba primera allí, sin embargo no quería que le
hicieran preguntas de como había llegado allí, ya que no la
creerían si dijera que estaba siguiendo a una hoja durante todo este
tiempo. Iara pisa una rama seca, lo que alerta a los dos que estaban
allí cuidando del árbol.
-¿Hay alguien allí?- al no recibir ninguna respuesta mira a su
acompañante y el cual se encoje de hombros, ambos obvian el ruido y
siguen con lo que estaban haciendo.
Iara sale disparada, un poco mas y la pillan, sin embargo ¿porqué
huir? Piensa detenidamente. Vuelve a la ciudad y se encuentra con el
mismo panorama de todos los días gente trabajando por todos lados,
niños jugando y el mercado tan repleto de vida como siempre.
Todo resultaba normal y todo estaba tan lleno de paz, pero pronto
se acabaría todo aquello.
Había transcurrido un mes durante el incidente de aquella hoja
traviesa, desde aquello no volvió al bosque y tampoco dijo nada
acerca de aquello a Alazne, posiblemente no la creería. El tiempo se
volvió a partir de ese día inestable, era como si quisiera llover
pero no se decidiera el tiempo.
Iara se sentía extraña, desde que volvió del bosque sentía
como si la quemaran con la mirada y los mas extraño de todo era que
nadie la miraba, era como si alguien la estuviera vigilando. Además
de eso , la gente de la ciudad estaba volviéndose mas osca, arisca;
todo el mundo estaba cambiando progresivamente a peor. Alazne había
dado un giro espectacular y Iara casi no la reconocía, a veces se
preguntaba que había ocurrido con su dulce maestra que antaño la
instruía y contaba las maravillas que hay por el mundo. Parecía que
las cosas en Itá no volverían a ser las mismas, Iara no comprendía
a que se debía aquel cambio, tal vez haya ocurrido algo y ella no se
había enterado.
Un día Iara decidió que ya era hora de que alguien le arrojara
algo de luz a aquel asunto, así que decidió preguntar a su maestra.
El tiempo en Itá era oscuro, las gotas de lluvia empezaron a caer
primero con parsimonia para luego pasar a ametrallar con sus gotas a
cualquiera que osara estar al aire libre, una pequeña era la única
que se atrevía a lidiar con aquel mal tiempo. Iara corría hacía su
casa con mil preguntas que bullían en su cabeza esperando ser
respondidas, esperaba que su maestra fuera capaz de darle alivio a
sus últimas noches en vela. Con forme iba acercándose a casa tenía
mas frío, era como si la temperatura descendiera drásticamente a
cada paso que daba; sentía intranquilidad últimamente en su propia
casa, sobre todo cuando Alazne estaba cerca pero Iara intentaba
desechar esa idea de su cabeza.
Entro en su casa empapada, temblando y al ver esto Alazne corrió
a por una toalla para secar a la pequeña, esta sorprendida por el
afecto que demostraba su maestra en semanas se dejo hacer como una
niña mimada. Miro a su maestra que parecía cansada y mas mayor de
lo normal, las lineas de preocupación se dibujaban en su rostro y
Iara no puede evitar echarse a llorar en sus brazos.
-¿Porqué todos habéis cambiado? ¿Por que todos estáis así?
Ya no me gustan esas personas que antes eran tan joviales... alegres-
dijo esto último con un susurro.
Alazne abre mucho los ojos e intenta articular alguna palabra, sin
embargo le resulta imposible con el nudo que tiene en la garganta.
Cierra los ojos y con mucho esfuerzo, escogiendo cada palabra con
cautela habla muy lentamente, como si le costara un mes menos de vida
cada palabra que decía.
-Mi niña... Todos... todos están afectados- cierra los ojos como
con dolor e intenta recomponerse para seguir- hay algo que nos esta
debilitando cada vez mas, algo que hace que Itá se vuelva un lúgubre
pozo...- toma aire y ahora con mas cautela que la anterior vez- tú
debes... ser capaz de ver que si los que antes eran dignos de
confianza ya no lo son... huir.- Iara la mira anonadada y ante esto
Alazne se arma de valor y dice finalmente- cuando sea capaz de
desvelarte la verdad escucha, atiende, por que a lo mejor no soy
capaz de volver en mi, pregunta en el momento indicado.
Al terminar, Alazne se dispone a hacer la cena dejando a una Iara
mas perdida que nunca. Alazne ordena a la pequeña darse un baño
antes de la cena y entonces Iara se da cuenta de que vuelve a ser su
maestra, la que da miedo.
La gente de la pequeña ciudad de Itá no parecía mejorar con el
paso del tiempo. Iara empezó a refugiarse en el bosque, cada día
encontraba una nueva maravilla, cada día era una aventura por
descubrir. Cuando se encontraba cansada se tumbaba entre las raíces
del enorme árbol que vio por primera vez hace tiempo tras perseguir
a aquella hoja, ahora ya era un amigo que le ofrecía cobijo y a
cambio ella trataba de regarlo, cuidarlo ya que nadie lo hacía.
Siempre quería saber la historia que ese árbol tenía, era el mas
grande que había visto en su corta vida y seguramente ha visto un
centenar de épocas en las que ella y mucha gente de la ciudad aun no
habían nacido. Aquello hacía que se emocionase mas y mas, con lo
que decidió saciar su curiosidad en la biblioteca de Alazne.
El tiempo gris se había hecho ya habitual, para Iara era como si
demostrara el estado de animo de los ciudadanos. Fue a la biblioteca
de Alazne a investigar acerca de aquél ser que se encontraba casi
aislado con respecto a otros árboles; iba mirando libros, rozando
con los dedos los lomos de los libros hasta que se paraba en uno y en
otro. Transcurrió así la tarde hasta que encontró algo acerca de
la ciudad de los caídos, que era como lo llamaban antiguamente a
Itá, fue leyendo página por página y solo descubrió que había
sido temida por muchos durante las épocas de guerra, intentaban no
entrar en conflictos con estos, mas bien intentaban no tener contacto
alguno, finalmente hojeo hasta ver si encontraba algo mas
interesante, hasta encontrarse con la historia del bosque que decía
así:
En estos lares ha una
hermosa doncella que cuidaba el bosque aunque su vida le costase.
Apartada de la ciudad, pensaban que aquesta doncella era bruja o algo
mas, sin embargo ella se mostraba dulce ante las habladurías, como
si no hubiese pasado nada en realidad. Pronto la confianza se hizo
hueco entre los ciudadanos y la doncella del bosque era respetada y
querida. Muchos hombres la cabeza perdían por esta, mas ella amaba
la soledad, unas susurraban acerca de un amor perdido y otras de que
amaba al bosque y no a la realidad.
La doncella del bosque
además de encargarse de la naturaleza, se encargó de los ciudadanos
ofreciéndoles hierbas medicinales, mostrándoles que plantas y bayas
eran comestibles, y que hierbas curativas. Parecía todo perfecto,
similar a un cuento, pero todo un giro iba a dar.
La doncella del bosque no
era muy partidaria de la magia, algo oscuro se reflejaba en aquellos
ojos castaños cuando oía aquella palabra, intentaba tolerarlo mas
no fue capaz, ya que ocurrió algo que no se esperó jamás.
Un día soleado y nadie
esperaba que ocurriera nada malo, en aqueste maravilloso día, fue
otro error mas que se tuvo en esas fechas. Uno de los aldeanos acuso
a la doncella de querer envenenar a su familia, que decía que
estaban todos enfermos tras injerir una de las medicinas. La acusaron
de bruja sin miramientos ni aspavientos, bruja bruja coreaban todos,
sin pensar que a lo mejor era un traidor, sin ver las pruebas que la
culparían o la exculparían de aquella horrible acusación. Ese día
la echaron de la ciudad a pedradas e insultos varios, magullada y con
lagrimas en los ojos huyó al bosque a buscar refugio en sus brazos.
Nunca mas se la volvió a
ver, hasta que los aldeanos quisieron creer que la justicia era por
propia cuenta. Justicia, justicia se aclamaba, matad al bosque pues
es lo que amaba, así creían que se iba a marchar; con el final del
bosque, su funeral... Fue así como pasó, aldeanos aliados de la
magia incendiaron el bosque con malicia, buscando a la bruja que
tanto requerían. los magos queriendo probar su valía querían dar
caza con aquel ser, ya que si quemaban el bosque con magia esta
tardaría años, siglos en volver a crecer.
La doncella salió aterrada
mirando el bosque anonadada, miró a los hombre y mujeres con dolor,
miró al cielo buscando valor y pronunció así con amor:
-Entrego mi vida para
proteger y mi alma para ser uno con el, pido perdón por no tener
aceptación y un castigo a cambio de este suplicio-hondo respiro para
poder dar fin a su temor- magia que arrebatas lo que amo estas
desterrado para siempre de aqueste lugar mundano.
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