12 de octubre de 2014

¿Qué me quieres mostrar?

Capítulo 1



El otoño hacía su entrada magistral y desbordante, lleno de colores cálidos, hojas haciendo un vaivén continuo, intentando llegar al suelo. La ciudad olía a carbón, todas las casas o la mayoría de ellas tenían a las chimeneas fumando y expulsando el humo por sus bocas. Todos tenían trabajo que hacer, había un incesante movimiento de sacos de trigo, arroz, harina,etc caballos que transportaban cargas pesadas o carruajes, niños intentando imitar a sus mayores cogiendo cosas pequeñas.
El viento creaba un pequeño torbellino de hojas secas, pero luego parecía arrepentirse de distraer a aquellos que trabajaban y paraba en seco. El mercado como cada mañana estaba repleto frutas con colores muy vivos, carne, comida; las mujeres iban observándolo todo con ojo crítico y las doncellas apresuradas por llegar con la compra a sus respectivos castillos, en otro lado había un hombre rechoncho pregonando lo que tenía en su tienda y alardeando de la calidad de esta y a su vez los precios tan bajos de sus productos.
Una niña iba mirando a todos con ojos cautelosos y desconfiando de todo aquel que se cruzara en el perímetro de su visión. Con una cesta mas grande que ella misma iba mirando las hortalizas, frutas, carne, pescado, etc. A medida que pasaba el tiempo la cesta iba llenándose y la niña tenía que ir casi arrastrándolo, era algo muy complicado para alguien tan pequeño mover algo tan pesado, o al menos eso pensaba la niña. Entonces, siente una presencia a sus espaldas y empieza a caminar mas rápido, pero con la cesta eso era tarea imposible; para cuando quería darse cuenta aquella sombra ya la había cogido por los hombros y no tenía ninguna escapatoria.
-¿Dónde estabas? He estado buscándote por todos lados, no vuelvas a hacer eso.
- Lo siento Alazne.- susurra arrepentida la niña.
-¿Haz hecho la compra tu sola?- murmura sorprendida- Muy bien, vas aprendiendo, sin embargo eso es muy pesado para ti- dice cogiendo la cesta y guiñando el ojo a la niña- gracias por ayudarme.
Ella asiente y se sonroja. Vuelven a casa de la mano y la niña cantando, saludando a otros críos de la ciudad, mirando todo lo que había a su alrededor. Alazne creía que la niña era un espécimen raro al que había que proteger, pensaba que era diferente al resto de niños, parecía que veía la crueldad del mundo mientras el resto la obvia y sigue con su vida hasta que se ve atrapada por esta. Caminaban derechos a su casa donde Alazne empezaría a preparar la cena y mientras la pequeña iría a fisgonear en la tienda. Si, Alazne era propietaria de una tienda repleta de libros; había diferentes secciones para cada tipo de libro y cada libro era distinto a su vez, cada uno ocultaba el alma del autor. Alazne amaba los libros y la pequeña también estaba acogiendo ese amor en su pequeño corazón. Un olor delicioso se colaba por la puerta, la cena estaba a punto y ella tendría que ir preparando la mesa para poder cenar juntas.
Alazne era su maestra, le enseño a leer y escribir, mas tarde los libros le iban transmitiendo los conocimientos que estos poseían y le enseñaban los diferentes mundos que había en los cuales nunca había estado. Cada día era una aventura para la pequeña, encontraba lugares nuevos en aquella ciudad y había un bosque extraño al que todos tenían un respeto sobrecogedor y nadie sabía el por que. Mucha gente decía que el bosque es inmune a la magia, no podía ser modificada por esta y tampoco se podía utilizar la magia dentro del bosque. Ella nunca había visto en acción la magia y tenía mucha curiosidad, quería saber como funcionaba eso, siempre tenía interés en conocer mas y mas. Caminar y pensar le encantaba, se quedaba mirando al infinito como si allí hubiese algo maravilloso y hermoso que le dejaría ver las entrañas de la verdad.
Hay un pequeño sendero guiado por piedras algo apartado de la ciudad de Itá, el castillo del rey quedaba un tanto apartado de la ciudad también, sin embargo abarcaba toda la ciudad. Mismamente la ciudad de Itá era un lugar extraño que estaba rodeador por unas rocas en forma de garras, como si estuviera la madre naturaleza reclamando lo que es suyo. Era un lugar muy protegido gracias a eso, estaba rodeado por un pequeño río que iba perdiendo fuerza; todo parecía maquiavelico a ojos de extranjeros, para el mundo exterior los ciudadanos de Itá eran los descendientes de los caídos, esos ángeles que sucumbieron ante las tentaciones del diablo, para ellos todos los habitantes tenían alas negras pero la realidad era otra.



El bosque parecía susurrar a medida que el viento soplaba. Algo capta la atención de Iara y es una pequeña hoja que no hace mas que flotar y nunca bajar, la niña se extraña e intenta cogerla pero se le escapa y empieza a moverse la hoja. Ella maravillada ante aquel suceso empieza a seguir a esa hoja escurridiza que por mucho que intentase pillarla no podía, era como si estuviera jugando con ella, como si tuviera pensamientos propios y leyera los de ella.
Iara se detiene y mira a su alrededor, estaba en el bosque, había llegado allí sin darse cuenta; asombrada ante aquel extraño suceso mira anonadada los árboles tan altos que allí se encontraban; busca con la mirada la hoja y no la ve, escudriña mejor entre tanto verde y por fin lo encuentra. Empieza de nuevo su persecución sin sentido y esta vez corriendo por que la hoja parecía tener prisa, da un salto y por fin lo coge, sin embargo el coste de aquello era caer de bruces contra el suelo. Cierra los ojos en un intento desesperado de no llorar y susurra para si “No pasa nada, no pasa nada” calmándose a si misma.
Mira sus manos con una gran sonrisa al ver que aquello a lo que tanto había perseguido estaba por fin en sus manos. Se da cuenta de que había caído entre el hueco de una enorme raíz, se levanta y sigue el camino de esta, el cual guiaba a un gigantesco árbol. Iara no pensaba que fueran a sorprenderla dos veces, mira el árbol y sigue con la mirada la altitud de esta, imposible de ver la copa del árbol. Se dispone a explorar cuando escucha voces que van acercándose mas y mas, las recomendaciones de Alazne en esos casos es esconderse y eso fue lo que hizo Iara. Esas voces parecían estar ya cerca y entonces fue cuando uno de ellos dijo con aire compungido:
-¿Crees que algún día volverá a despertar?
-Esperemos que si, si no volverá a funcionar el reloj.
Esas personas comienzan a regar el árbol y a medida que lo regaban las rices parecían cobrar vida y agradecer aquel baño. Parecía haber algo mas, era tan grande aquel árbol que su sombra cubría una gran parte del bosque.
Iara estaba cada vez mas intrigada con respecto a ese árbol, parecía tener una historia interesante y en sus libros jamás encontró semejante información, tenía tantas preguntas y tanta curiosidad que no soportaba la idea de no conocer la historia de ese árbol milenario. Intentó deslizarse poco a poco a través de las raíces del árbol para poder salir de allí e intentar descubrir algo. Ella no quería que la descubrieran allí fisgoneando, pero en realidad ella estaba primera allí, sin embargo no quería que le hicieran preguntas de como había llegado allí, ya que no la creerían si dijera que estaba siguiendo a una hoja durante todo este tiempo. Iara pisa una rama seca, lo que alerta a los dos que estaban allí cuidando del árbol.
-¿Hay alguien allí?- al no recibir ninguna respuesta mira a su acompañante y el cual se encoje de hombros, ambos obvian el ruido y siguen con lo que estaban haciendo.
Iara sale disparada, un poco mas y la pillan, sin embargo ¿porqué huir? Piensa detenidamente. Vuelve a la ciudad y se encuentra con el mismo panorama de todos los días gente trabajando por todos lados, niños jugando y el mercado tan repleto de vida como siempre.
Todo resultaba normal y todo estaba tan lleno de paz, pero pronto se acabaría todo aquello.



Había transcurrido un mes durante el incidente de aquella hoja traviesa, desde aquello no volvió al bosque y tampoco dijo nada acerca de aquello a Alazne, posiblemente no la creería. El tiempo se volvió a partir de ese día inestable, era como si quisiera llover pero no se decidiera el tiempo.
Iara se sentía extraña, desde que volvió del bosque sentía como si la quemaran con la mirada y los mas extraño de todo era que nadie la miraba, era como si alguien la estuviera vigilando. Además de eso , la gente de la ciudad estaba volviéndose mas osca, arisca; todo el mundo estaba cambiando progresivamente a peor. Alazne había dado un giro espectacular y Iara casi no la reconocía, a veces se preguntaba que había ocurrido con su dulce maestra que antaño la instruía y contaba las maravillas que hay por el mundo. Parecía que las cosas en Itá no volverían a ser las mismas, Iara no comprendía a que se debía aquel cambio, tal vez haya ocurrido algo y ella no se había enterado.
Un día Iara decidió que ya era hora de que alguien le arrojara algo de luz a aquel asunto, así que decidió preguntar a su maestra. El tiempo en Itá era oscuro, las gotas de lluvia empezaron a caer primero con parsimonia para luego pasar a ametrallar con sus gotas a cualquiera que osara estar al aire libre, una pequeña era la única que se atrevía a lidiar con aquel mal tiempo. Iara corría hacía su casa con mil preguntas que bullían en su cabeza esperando ser respondidas, esperaba que su maestra fuera capaz de darle alivio a sus últimas noches en vela. Con forme iba acercándose a casa tenía mas frío, era como si la temperatura descendiera drásticamente a cada paso que daba; sentía intranquilidad últimamente en su propia casa, sobre todo cuando Alazne estaba cerca pero Iara intentaba desechar esa idea de su cabeza.
Entro en su casa empapada, temblando y al ver esto Alazne corrió a por una toalla para secar a la pequeña, esta sorprendida por el afecto que demostraba su maestra en semanas se dejo hacer como una niña mimada. Miro a su maestra que parecía cansada y mas mayor de lo normal, las lineas de preocupación se dibujaban en su rostro y Iara no puede evitar echarse a llorar en sus brazos.
-¿Porqué todos habéis cambiado? ¿Por que todos estáis así? Ya no me gustan esas personas que antes eran tan joviales... alegres- dijo esto último con un susurro.
Alazne abre mucho los ojos e intenta articular alguna palabra, sin embargo le resulta imposible con el nudo que tiene en la garganta. Cierra los ojos y con mucho esfuerzo, escogiendo cada palabra con cautela habla muy lentamente, como si le costara un mes menos de vida cada palabra que decía.
-Mi niña... Todos... todos están afectados- cierra los ojos como con dolor e intenta recomponerse para seguir- hay algo que nos esta debilitando cada vez mas, algo que hace que Itá se vuelva un lúgubre pozo...- toma aire y ahora con mas cautela que la anterior vez- tú debes... ser capaz de ver que si los que antes eran dignos de confianza ya no lo son... huir.- Iara la mira anonadada y ante esto Alazne se arma de valor y dice finalmente- cuando sea capaz de desvelarte la verdad escucha, atiende, por que a lo mejor no soy capaz de volver en mi, pregunta en el momento indicado.
Al terminar, Alazne se dispone a hacer la cena dejando a una Iara mas perdida que nunca. Alazne ordena a la pequeña darse un baño antes de la cena y entonces Iara se da cuenta de que vuelve a ser su maestra, la que da miedo.
La gente de la pequeña ciudad de Itá no parecía mejorar con el paso del tiempo. Iara empezó a refugiarse en el bosque, cada día encontraba una nueva maravilla, cada día era una aventura por descubrir. Cuando se encontraba cansada se tumbaba entre las raíces del enorme árbol que vio por primera vez hace tiempo tras perseguir a aquella hoja, ahora ya era un amigo que le ofrecía cobijo y a cambio ella trataba de regarlo, cuidarlo ya que nadie lo hacía. Siempre quería saber la historia que ese árbol tenía, era el mas grande que había visto en su corta vida y seguramente ha visto un centenar de épocas en las que ella y mucha gente de la ciudad aun no habían nacido. Aquello hacía que se emocionase mas y mas, con lo que decidió saciar su curiosidad en la biblioteca de Alazne.
El tiempo gris se había hecho ya habitual, para Iara era como si demostrara el estado de animo de los ciudadanos. Fue a la biblioteca de Alazne a investigar acerca de aquél ser que se encontraba casi aislado con respecto a otros árboles; iba mirando libros, rozando con los dedos los lomos de los libros hasta que se paraba en uno y en otro. Transcurrió así la tarde hasta que encontró algo acerca de la ciudad de los caídos, que era como lo llamaban antiguamente a Itá, fue leyendo página por página y solo descubrió que había sido temida por muchos durante las épocas de guerra, intentaban no entrar en conflictos con estos, mas bien intentaban no tener contacto alguno, finalmente hojeo hasta ver si encontraba algo mas interesante, hasta encontrarse con la historia del bosque que decía así:



En estos lares ha una hermosa doncella que cuidaba el bosque aunque su vida le costase. Apartada de la ciudad, pensaban que aquesta doncella era bruja o algo mas, sin embargo ella se mostraba dulce ante las habladurías, como si no hubiese pasado nada en realidad. Pronto la confianza se hizo hueco entre los ciudadanos y la doncella del bosque era respetada y querida. Muchos hombres la cabeza perdían por esta, mas ella amaba la soledad, unas susurraban acerca de un amor perdido y otras de que amaba al bosque y no a la realidad.
La doncella del bosque además de encargarse de la naturaleza, se encargó de los ciudadanos ofreciéndoles hierbas medicinales, mostrándoles que plantas y bayas eran comestibles, y que hierbas curativas. Parecía todo perfecto, similar a un cuento, pero todo un giro iba a dar.
La doncella del bosque no era muy partidaria de la magia, algo oscuro se reflejaba en aquellos ojos castaños cuando oía aquella palabra, intentaba tolerarlo mas no fue capaz, ya que ocurrió algo que no se esperó jamás.
Un día soleado y nadie esperaba que ocurriera nada malo, en aqueste maravilloso día, fue otro error mas que se tuvo en esas fechas. Uno de los aldeanos acuso a la doncella de querer envenenar a su familia, que decía que estaban todos enfermos tras injerir una de las medicinas. La acusaron de bruja sin miramientos ni aspavientos, bruja bruja coreaban todos, sin pensar que a lo mejor era un traidor, sin ver las pruebas que la culparían o la exculparían de aquella horrible acusación. Ese día la echaron de la ciudad a pedradas e insultos varios, magullada y con lagrimas en los ojos huyó al bosque a buscar refugio en sus brazos.
Nunca mas se la volvió a ver, hasta que los aldeanos quisieron creer que la justicia era por propia cuenta. Justicia, justicia se aclamaba, matad al bosque pues es lo que amaba, así creían que se iba a marchar; con el final del bosque, su funeral... Fue así como pasó, aldeanos aliados de la magia incendiaron el bosque con malicia, buscando a la bruja que tanto requerían. los magos queriendo probar su valía querían dar caza con aquel ser, ya que si quemaban el bosque con magia esta tardaría años, siglos en volver a crecer.
La doncella salió aterrada mirando el bosque anonadada, miró a los hombre y mujeres con dolor, miró al cielo buscando valor y pronunció así con amor:
-Entrego mi vida para proteger y mi alma para ser uno con el, pido perdón por no tener aceptación y un castigo a cambio de este suplicio-hondo respiro para poder dar fin a su temor- magia que arrebatas lo que amo estas desterrado para siempre de aqueste lugar mundano.

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